El domingo 4 de junio murió Alberto Ferrari, gran periodista, docente en Deportea desde siempre. No habrá modo de no extrañarlo.
En el espacio vecino al bar de Deportea, con los dedos largos apretando hoja por hoja, con los párpados listos para hacerse cargo del más pequeño de los detalles, con su voz altisonante y tan propia, el Flaco Ferrari se sentaba frente a cada estudiante y, maestro de las palabras y de las noticias, desmenuzaba verbo por verbo y párrafo por párrafo hasta armar, así, sin formalidades, con una sonrisa que combinaba la ternura del buen tipo con el rigor profesional, lo mejor del periodismo. Un capo el Flaco, el Flaco Alberto, que sabía que en esas charlas cotidianas aprendían los pibes y las pibas que lo oían fascinados y aprendía -siempre aprendía- también él.
Periodista impresionante, si fue un prócer de la formación de colegas también constituyó un emblema de las redacciones y de una época de la profesión. Lo sabe cualquiera que lo frecuentó: el Flaco poseía un conocimiento que carecía de fronteras. Dominaba el mapa enciclopédico de los deportes y de sus protagonistas con la misma precisión que le dedicaba a los recovecos de la industria farmacéutica y era capaz de seguir el recorrido literario de autores que casi nadie había escuchado siquiera nombrar con tanta exactitud como permanecía atento a los vaivenes de un proyecto de ley que podía cambiar la existencia de las personas o investigar sobre los sonidos y los silencios de los actores del poder político y económico. Un tipo culto en el sentido más cabal del término, alguien que albergaba los libros y la calle, la complejidad y lo simple.
Y todo ese bagaje brotaba en su pasión por narrar el mundo. La plasmó sin estridencias y con una calidad irrompible en los miles y miles de cables que enhebró para las agencias DyN y ANSA y en la inmensa cantidad de notas que publicó y editó en distintos espacios, invariablemente tan atento al valor de la información como distante de cualquier jactancia.
El Flaco Ferrari murió el domingo 4 de junio. Centenares de compañeros y de compañeras que lo valoraron y que aprovecharon sus enseñanzas dieron testimonio de la tristeza y del afecto. María Rosa La Neve, integrante de la secretaría académica de Deportea, sintetizó el dolor en un párrafo: «La sala de profes de Deportea ya no será lo mismo. Su voz se hacía escuchar y nos enseñaba a todos. Una pérdida muy grande. Gran compañero».
Y así, en ese tono, con esa tristeza, con la memoria habitada por circunstancias inolvidables, con el recuerdo de muy buenos momentos, se multiplicaron los homenajes. El periodista Walter Vargas, socio de horas de labor en la redacción de DyN, escribió este tributo hermoso y justo:
«Éramos muchos los que te queríamos eterno, Alberto Ferrari, periodista de raza, tipo bueno, incorruptible, luchador de todas las batallas que valen la pena. Te queríamos eterno, pero no. Hace un rato te piantaste al otro lado de las cosas, y aquí andamos, unos cuantos, con el alma estremecida y los lagrimales de turno. Ya sé, ya sé, querido Flaco Ferrari. Eras ateo hasta por las dudas, pero, pero… con el debido respeto, te advierto que en una misteriosa coordenada del espacio y del tiempo, en una esquina que ya está escrita, habrá un hola, un qué sorpresa, un cuánto tiempo, che. Un abrazo que sepa abrazarnos, Flaco: eternamente querido».
El director de TEA y Deportea, Jorge Búsico, compañero del Flaco en aquella redacción, portador en sus alforjas de infinitas charlas cotidianas con el Flaco, conmovió desde otra brevedad exacta: «Acaba de partir el querido Flaco Ferrari, valioso compañero de varias redacciones, amigo y profe de decenas de camadas en Deportea, en la cual integró el staff fundador. Culto, calentón, leal, generoso, investigador como pocos, conocedor profundo del deporte y la política, el Flaco es alguien a quien ya estamos extrañando. Fue un periodista de los que no abundan. ¡Qué tristeza, carajo!».
En ese tono, con ese cariño, el periodista Hugo Barcia lo honró en su cuenta de Facebook: «Me acabo de enterar. Se murió hoy al mediodía el Flaco Ferrari, un tipo que supo honrar la amistad y el periodismo con una pasión que no voy a poder olvidar. Había salido de una pelea brava contra el cáncer y, sin embargo, lo que le falló hoy fue su corazón, justamente lo más noble que tenía. Estamos hechos de memoria y el Flaco va a ser para mí un recuerdo permanente. Chau, Flaco del alma, hasta que nos volvamos a abrazar».
En Deportea, usando la primera persona del plural, nos duele todo lo que duele y despedimos a Alberto Ferrari con la certeza de que es parte imborrable de lo que somos y de lo que vamos a ser. Abrazamos a Silvia, su compañera, y a sus hijas. En el rincón tan suyo donde se sentaba poniendo la esperanza en cada estudiante o en el lugar que sea, donde haya alguien que vibre por las noticias y por ponerlas cerca de la gente, está y estará.
Muy querido Flaco, para siempre y hasta siempre.
(Este texto fue publicado originalmente en el newsletter #48 de Deportea. Click ACÁ para suscribirse)